Título: No confíes ni en tu sombra
Género: Gore, drama
Fandom: Original
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Prologo
Hoy es mi cumpleaños doce. Estoy
emocionada, pero a la vez muy inquieta y nerviosa. Vivo en los barrios más
bajos que hay, pero soy feliz. Un poco. No lo he sido en mucho tiempo. No desde
que mis padres fallecieron en un incendio, dejándome sola. He logrado
anteponerme a la situación, pero siento que muy en mi interior hay un ardor.
Siento un fuego que me recorre el pecho y acentúa su dolor en mi corazón. Pero
no se preocupen, estoy bien. Siempre lo estoy. Salvo por un pequeño tema: No he
dicho palabra desde que ocurrió el incidente. No lloré. Sufrí, pero nadie me
vio.
Luego de todo, me quedé durmiendo
en las calles durante tres días. Nadie me hablaba ni trataba bien, hasta que
ella me dio un poco de pan y me saludo. Parece una señora agradable. Usualmente
la gente no se fía de mí porque, aunque tengo solo once años, me dicen que
tengo cara de mala. Pero no lo soy, solo estoy triste.
-Hola, mi amor, ¿te encuentras
bien? ¿Porqué estas sola aquí? ¿Tienes donde quedarte?- Muchas preguntas, pero
la agradable señora me sonreía. Yo solo moví la cabeza para ambos lados y
escondí mi cara en mis manitos, pero ella me abrazó y dijo: “No te preocupes,
yo te llevaré conmigo”. Y así fue como me mudé hace poco con Mamá Lana y Papá George.
En un principio no confiaba en ellos, creía que me harían daño, pero luego supe
que son unas personas amorosas y especiales. Estuve años sin hablar. No podía.
Era como si mi garganta estuviese cerrada. Inclusive toda la familia aprendió
lenguaje de señas para comunicarse conmigo.
En la casa éramos cinco personas.
Aparte de los antes mencionados, incluyéndome, estaban Maya y Scott. Ellos eran
mis “hermanos” mayores. Ambos tienen diecisiete años y son buenos conmigo. Los
quiero mucho.
Durante unos años, todo estuvo
excelente. Aunque yo seguía sin hablar, había establecido una relación muy
cercana con todos en la casa y poco a poco, más niños llegaban. Pero estos eran
todos bebés o niños muy pequeños.
A los pocos meses de cumplir los
quince años, mi vida cambió increíblemente.
El dolor de
mi pecho era demasiado fuerte. Con la poca energía que me quedaba, decidí salir
a tomar aire para calmar la angustia y el dolor. Mi corazón comenzó a latir a
velocidades imposibles y sentía que me iba a explotar. Pero algo ocurrió. Una
persona, de unos veinte años, me empujo contra la pared.
-Dame todo
lo que tenes. ¡Ya!- Estaba aterrada. Saca una navaja y me la pone en el cuello.
Respiro profundo y, sin siquiera yo saber que estaba haciendo, empujo la mano
con la navaja y empujo al hombre contra la pared. Un golpe seco, producto de la
cabeza el hombre y el concreto, y un sonido de fractura. El gris se mancha con
rojo y un poco de mi dolor disminuyo, aunque mi terror y desconcierto, aumentó.
Temiendo
que se vuelva a levantar y quiera matarme, me le adelante. Tome la navaja y
atravesé su pecho. Y una, y dos, y tres, y mil veces. Mi cara y mi ropa estaban
manchadas por la sangre de mi delito. Mi cuerpo empezaba a temblar, pero el
extraño dolor que sentí durante tantos años se fue. Era como un milagro. Por
primera vez en mi vida pude sentirme normal. Aunque sangrienta.
“En casa me
regañaran” pensé e hice algo inimaginable. Un inocente perro callejero dormía
plácidamente cerca de donde yo estaba. Aun con la navaja en mano, fue en su
dirección y se lo clavé una vez. Mortalmente. Lo levante y caminé hasta casa
entre llanto e intranquilidad.
Después de
eso no pasó más. En casa creyeron que un borracho había lastimado al perro y yo
quería salvarlo, pero ya no se podía hacer más. Aunque ese día descubrí la
verdad. En cuanto llegue a casa, comencé a grita por Mamá Lana y Papá George.
Hablé, grité. Yo lo hice. No lo pude creer, pero así fue. Ese día me di cuenta
de que la vida no es la única salida. A veces la muerte te da oportunidades.
Esa muerte fue la que me calmó el dolor que me aniquilaba por dentro.
Y así fue
como abrí las puertas de un nuevo mundo.
Capitulo 1
El viento gélido me sopló en la
nuca. Respiré aquel aire que recorre todos aquellos barrios bajos. El aroma a
sangre, muerte, mugre y pobreza me rodean. Me vuelvo a poner mi mascara de
panda y me acomodo el buzo para evitar que los indigentes que poblaban aquellos
callejones pudieran ver el machete que escondía. Un escalofrío me recorre la
espalda devolviéndome a la realidad. Matryoshka, apresúrate.
No soy una chica mala. No le
deseo el mal a nadie. Pero las cosas suceden. Yo jamás hubiera comenzado a
hacer esto sola. Ni pensarlo. Pero los sucesos ocurren y cuando encuentras algo
que te llena, no lo piensas dos veces antes de volver a hacerlo. Tengo derecho
a sentirme completa alguna vez en mi vida. Ni siquiera completa. Tengo derecho
a no sentir ese vacío que me carcome por dentro, que me inunda las entrañas y
me hace llorar y deprimirme. Tengo derecho a sentirme normal, aunque no lo sea.
Camino tres
cuadras y llego a mi destino: “Carnicería Don Tito”. Este hombre es un maldito
hijo de puta pedófilo. Se centra en las chicas de dieciséis y cinco años. Las
mismas edades que tenían sus dos hijas cuando fueron asesinadas sus dos niñas
hace muchos años, en una disputa callejera. Realmente irónico. Aprovechando la
oportunidad de que Mamá Lana me envió a buscar carne de aquí, tomaré un poco
más.
-Buenos días, Matryoshka. ¿Vienes
por los recados para Doña Lana?- Me atiende cuando entro, Doña Susana, la mujer
de Don Tito. Es una mujer encantadora, dudo mucho que realmente sepa lo que
hace su marido.
-Exacto. Recientemente entró un
muchacho nuevo con nosotros y no ha querido comer nada desde entonces, por eso
Mamá Lana quiere hacerle una comida bien rica que no podrá despreciar- Le
respondo con toda la inocencia que una chica de dieciséis años puede tener. Le
sonrió y agarro la gran bolsa que me extiende.
-Muchas gracias-. Ahora que lo
pienso, esto puede llegar a ser un problema. Voy a tener que esperar a que Don
Tito salga del negocio para poder agarrarlo. Un sonido de campanitas me saca de
mis pensamientos. El celular de Doña Susana. La escucho hablar animadamente y
con un “ahora voy”, se despide.
-Bueno, Matryoshka linda, debo
irme. Falta un kilo que Don Tito está cortando antes de cerrar el negocio, ¿te
molestaría esperarlo?-
-Oh, no, por favor. Usted salga y
no se haga problema-.
Unos minutos después de que se
va, Don Tito aparece. Su mirada se posa en mí. Siento que me desnuda con la
mirada, y creo que tiene intensiones de más.
-Bonita, pasa que tengo tu carne
justo aquí- Me dice y luego lanza una sucia risa grave, producto de los años de
fumador que tiene.
-Claro, señor-.
Dejo la carne y una mochila que
trigo conmigo siempre sobre el mostrador y entro. Esto es demasiado obvio.
Ningún carnicero te haría entrar por aquí. Y ninguna chica inteligente
entraría. Pero yo estoy preparada para esto, no me sorprenderé. Cuando me
acerco a la puerta, él se corre sin dejarla para que yo tenga que pasar junto a
él. Pegada a él. Puerco. Al hacer ese abominable acto de tocarlo pasa pasar,
siguiendo su juego, él me toca el culo. Carajos. Me toma del brazo y me tira
contra él, cerrando la puerta tras sí mismo. En cuestión de segundos, me tira
al suelo. Siento sus manos tocando mi cintura, mis pechos y manoseándome la
cara. Cierro los ojos y me aguanto el asco. Me abofetea e instintivamente fijo
mi mirada en él. Se quita su remera y puedo ver su grasoso cuerpo de mucho más
de cien kilogramos. Pasa a desabrocharse el cinturón, y cuando termina, quiere
deshacerse de mi jean. No en mi turno, idiota.
Para colmo, el estúpido se olvido
de sujetarme los brazos. Aprovecho esta gran oportunidad, tomo el machete que
escondía en mi buzo y lo introduzco en su cráneo. Lo giro y retuerzo, pero él
ya está muerto. Fue rápido y con poco dolor para él, pero no podía hacer más.
No obstante, la sangre se hizo muy presente. Siento que me di una ducha en
ella. Limpio un poco el líquido espeso y caliente que tengo en el rostro con
las manos, y lucho para quitarme el enorme cuerpo que tengo sobre mí, lo cual
logro. Agarro unos cuchillos grandes de las mesas que se encontraban allí y
comienzo a cortar a Don Tito con total dedicación. Una pierna por aquí, una
mano por allá y con total amor le rebano su amigo. Primero me da asco tocarlo,
pero luego me siento bien al recordar que estoy destruyendo el objeto de
tortura y destrucción psicológica de tantas chicas.
Meto sus restos en una de las bolsas
con restos de carne y guardo su virilidad en una bolsa. Tiro un pedazo de carne
en el piso, donde está el gran manchón de sangre, para que nadie se dé cuenta.
Aunque igual no interesa. A nadie le interesa esta parte de la ciudad. Somos un
lugar oscuro, llena de terror que nadie quiere ver. No vive nadie decente de
este lado. O eso es lo que cree el barrio rico de al lado. Ingenuos. Pero,
mejor para mí. La policía no existe en este lugar. Jugamos con reglas
diferentes, y eso me beneficia.
Agarro el kilo de carne que
faltaba y lo pongo con el resto, tomo mi mochila y saco la muda de ropa que
llevaba dentro. Idéntica a ala anterior. No es que tenga mucha ropa, pero estos
buzos y pantalones baratos nos los regalan todo el tiempo, junto con otras
donaciones. Me cambio, recojo todo y salgo. La ropa ensangrentada en la basura,
el pene de nuestro difunto amigo como nuevo juguete de un perro callejero y yo
esquivando matones vuelvo a casa.
-Ya llegue y traje la comida-
Grito mientras entro. De la nada aparecen tres niños y dos niñas de entre cinco
y siete años que me comienzan a saludar y abrazar.
-Mimí, Caro, Bobby, Josh, Filin. Hola,
amores-.
Dejo la comida en la cocina y veo
a Mamá Lana y Papá George hablando.
-Amorcito, te tardaste, estaba un
poco preocupada. ¿Te encontraste con los niños de la Señora Josefina?- Me
pregunta Mamá Lana, preocupada.
-Esos “niños” tienen 18 años y
son unos delincuentes. Escuche que estuvieron robando y golpeando ancianos el
otro día. Los encuentro y los mato-. Ellos no lo toman con toda la
intencionalidad de la palabra, pero yo lo digo enserio.
-Matry, ve a descansar un rato
que luego te llamamos para la cena. Has limpiado toda la casa hoy y eso es
mucho trabajo con cinco niños, dos adultos y cuatro adolescentes aquí-.
-Maya y Scott van más para el
lado de adultos, pero tomaré tu oferta, Papá George-. Me rio y subo a mi
habitación. Limpio el cuchillo con los desinfectantes que tengo guardados aquí
y cuando todo está guardado, me tiro en
la cama a dormir un poco.
Esta no es otra historia
cualquiera. Es un relato de vida o muerte. No es una ficción, es mi realidad.
Es como yo lucho con las circunstancias y las paso por encima. La vida es
hermosa pero siempre da golpes bajos, por eso es una hazaña vivirla.